Skip to content Skip to footer

El diálogo que nadie ve. Las Pautas explicativas.

Las historias que nos contamos: Pautas explicativas, percepción y comunicación

En los años 70, Martin Seligman, psicólogo cognitivo y uno de los fundadores de la Psicología Positiva, comenzó a investigar qué diferencia a quienes se recuperan frente a una dificultad de quienes quedan atrapados en el sufrimiento. Su hipótesis: no es el evento en sí lo que determina la respuesta emocional, sino la manera en que lo explicamos.

Seligman desarrolló el concepto de pautas explicativas: los patrones con los que una persona tiende a interpretar los eventos de su vida, especialmente los negativos.

Estas pautas no son neutras. Son marcos interpretativos que se activan automáticamente y condicionan tanto nuestras emociones como nuestras acciones posteriores. Seligman identificó tres dimensiones clave:

  • Interno vs. Externo: ¿Asumo que el hecho se debe a mí o a factores externos?
  • Estable vs. Inestable: ¿Lo entiendo como algo permanente o circunstancial?
  • Global vs. Específico: ¿Lo extiendo a toda mi vida o lo delimito a esta situación puntual?

Estos ejes conforman una especie de narrador interno, que no solo da sentido a lo vivido, sino que moldea nuestras creencias, decisiones y nivel de esperanza. Las personas con pautas explicativas optimistas tienden a interpretar los fracasos como externos, inestables y específicos. Las personas con pautas pesimistas tienden a hacer lo contrario: internalizan, generalizan y perpetúan la explicación del malestar.

Pero ¿por qué esto importa si hablamos de comunicación?

Porque cada vez que tomamos la palabra frente a un grupo, se activa algo más que el contenido: se activa esa charla interna sobre lo que está ocurriendo.

Cuando hablamos en público —una presentación, una clase, una charla frente a cien personas— el terreno se vuelve incierto. No hay reacciones claras. No hay gestos que nos confirmen que vamos bien. Y entonces, ese vacío de feedback externo es llenado por nuestras pautas explicativas internas.

Si interpreto una cara seria como desaprobación, si una mirada al celular me confirma que aburro, si un silencio lo leo como juicio… entonces ya no estoy hablando al grupo, estoy defendiéndome de una historia que yo misma estoy construyendo sobre el grupo.

Y esa historia, aunque no sea cierta, modula mi tono, mi ritmo, mi cuerpo y mi voz.

Por eso, entrenar la narrativa no es solo entrenar lo que decimos hacia afuera. Es, antes que nada, afinar lo que nos decimos a nosotros mismos mientras lo decimos.

Porque cuando no tenemos control del feedback, lo único que tenemos es la manera en que interpretamos el momento. Y si esa interpretación está teñida de catástrofe, miedo o invalidez, se va a filtrar —aunque no queramos— en la forma en que contamos.

No alcanza con tener un buen contenido. Hay que hacer coincidir a nuestro narrador interno con lo que queremos contar.

Y eso no se improvisa. Se entrena.

Carrito0
Carrito0
Carrito0